Todas las horas perdidas en el tejado de la infancia,
los quebrados vidrios del nunca más,
todas las vidas vividas en los posos de café
que adivinaban mi soledad. (Todo en una pestaña caída).
Todos los besos son casi nada, cuando no conocen tus labios,
cuando un hombre vuelve a nacer
y los pies en la luna enraízan un árbol de consciencia;
mi mundo no cambiará pero contigo es más bonito.
Todos los pasos a la ciudad de la esperanza que no dimos,
que quedan encharcados en una melodía sin eco,
todos los lunes y los ocasos, todos los rostros que nos iluminaron
para dejar paso a nuestro estallido.
Todos los eclipses que pronuncian la vida del después,
cómo escapar de la tromba de tristeza de tanta fiera, de tanta ira...
todos los mares que luchan en nuestro sol,
como los planetas circundando nuestra mente, en el exterior, interior
del amor.
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