Arde mi piel en cada rastrojo de vida
que sucede tras el vuelo de un avión,
destino a donde nace una caricia
cuando se pierde con ella la luna y el sol.
Se apagan sombras encendidas,
que dictan mi alma las luces del destino,
miedo a no entender el camino
de tantas noches cerradas por heridas.
Y cuando todo se acabe solo quedarán cante
de ser eco tras los fuegos fatuos de la desilusión,
todo empieza cuando es ceniza el arte
al arder verso a verso en la voz.
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