martes, 29 de mayo de 2018

Arpa


Descalza Lucía, la sombra de la noche no se proyectaba en ella.
Temía que los anzuelos de la vida, de este trago breve y amargo manchasen de ocre los lunares del sol en su rostro. Y así, desbocada y a la deriva fue encerrándose en ella misma como el Escorpión.

A veces no basta morir para saber cómo se siente, solo los rayos de la luna despejan las dudas de que a pesar de todo, la alegría por vivir se desbordase en todos los ríos secos.
Luna sin guarida era, sobre la Alhambra, sobre el desierto en plena tempestad, pero próxima al alma de luz de algún ángel tras su espejo.

Descalza Lucía, me enamoraba.


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