lunes, 1 de junio de 2015
El revolver de las teclas de la máquina de escribir
Desde esta estación del tiempo
llamada Soledad,
rebosa la pena
y con ella el río de mi vida.
Lamo en cada sombra las cicatrices abiertas
aunque no me quede ya saliva
y las ganas de matar
están apuntalando una por una,
como un revolver, las teclas
de esta maldita máquina de escribir.
Veo mujeres que se ponen el precio tan alto
para irse luego con el mismo idiota,
y yo, callado con la verdad de los desposeídos,
sangro en el callejón del puñal por la espalda,
de los silencios por respuestas,
para dudar, todavía,
si soy asesino o asesinado
al defender la pureza
de la que se burlan los que nunca me creyeron
tocar las pestañas de dios.
Y si te tuviera a ti,
me cansaría de tanto temor por no saltar a por esa flor
que anida al borde del precipicio.
Siempre he creído que la mejor forma de convencerle
a un preso que no es rehén,
es decirle que esta sucia cárcel no lo es;
y ella me mira coqueta mientras bajo el mantel roza la mano de otro
dándole un nota escrita que pone con deseo:
"cuánto te extrañaba".
Traición,
estación del tiempo
de no confiar porque nadie confía,
y no sé si es mejor ser víctima llevada por el dolor
o empezar a crear víctimas tras mi alma.
Mientras... los libros que no se leen lloran lágrimas de plomo
como esta poesía,
versos de orgullo herido
tanto, que río borracho
porque nunca podrá tu mirada ser tan bella.
Dudando, tal vez seas solo miedo.
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