Cuántas veces he sentido el fracaso
como ese vendaval
de faldas y amuletos,
de mirarnos como cifras
(la hora exacta,
el tiempo perdido,
el número de acosadores que
asfixian un suspiro de rosa)
Rendidos en vértice de arena,
desnudos como las siluetas del sol,
besé tantas veces a las sirenas,
que puede que el viento me recuerde
el canto tuyo
o la muerte que busco y no llega.
Cuántas veces quisimos ser jóvenes
con la primavera entre los labios,
y la ansiedad descendiendo en el
óxido
si los vendedores de tulipanes
maldicen todavía
el sueño oscuro de Orfeo.
No sé qué más bautizar con mi beso
en lo que dura tu indulgente pereza.
fracaso, fracaso
De hacer las culpas del mundo mías,
de soñar con Cupidos masturbándose a la luz de los astros
ciegos.
Cuántas veces, querida amante
que busca el teléfono ardiendo por
otro amante que se sepa abrochar los zapatos,
mis raíces nunca asomaron a los
dioses que me ofrecían el destino todo mío.
La responsabilidad nos llama,
vístete,
yo tengo el deber también de no entender qué es eso de ser
libre.
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