Las horas de la espera,
posos de café en el alma,
besos que al aire se lanzan,
la ciudad que vacila
entre luna y estrellas.
Los vagabundos tropiezan
en las esquinas de la calle Desolación,
manos agrietadas que derivan
en el mundo sin edad;
renacer de la enfermedad
de los latidos
que no supieron olvidar (...)
Volver a escribir la misma
palabra
en el libro de las promesas.
Creer y no creer,
fe de la vida llena, de ausencias.
Las horas de la espera,
y saber que la mayoría de los fracasos
se deben por adelantar
la hora
del éxito,
y saber que contigo
somos
monumentos a la alegría,
la razón de la luz.
Los posos de café en el alma.
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