jueves, 26 de noviembre de 2015

Nube amarilla al cielo


El tiempo dice que vivir
es un callejón sin salida
donde la conciencia, acorralada,
lamenta haberse aprendido sus pasos
cuando, irracional,
siempre es llevada por la marea.

El amor, la vida dicen
que se acaba esta verdad
que en realidad, no es verdad.

Y la respiración se entrecorta
para que tu firma sea hoja caída en otoño,
antesala al frío eterno.

Pero después de todo lo que digan
y encarando a los siglos con sus cadáveres,
yo te digo que Te Quiero,
que solo soy yo la inmensidad,
y si no creyera en el delirio
y la esperanza,
ellas no osarían retarme con su beso asesino;
decirte que el accidente de saberme vivo
amansa al invidente camino tras mis ojos;
poema que mira la entraña como oro,
podredumbre y uña negra
que grita No quiero morir
o verte morir.

No todo debe ser
esta exhalación de plomo o azufre por mis pulmones.
Y la  vida sigue tan injusta...

Ni existe la muerte tal vez,
pues si la vi, ella no sabe que existo
así lleno de luz
que vuela nuestra palabra como nube amarilla al cielo.
Quiero creer que no sabe que existo.


lunes, 9 de noviembre de 2015

Princesa borracha de realidad


La princesa está triste,
¿qué tendrá la princesa?

El rímel resbala
por la rasgada mejilla;
cigarros ardiendo
y una frase a medias
en su WhatsApp.
Jura no volver a creer
en los príncipes que vienen de visita
y se drogan de apariencia,
teniéndola a ella
como colchón cada despertar.

¿Qué tendrá la pobre principita?

Una luna en los ojos
y espejos deshechos al mirar,
bajo su cuello tiene heridas de guerra
que en un tiempo fueron besos,
y ahora son gritos escupiendo
al infierno
de multitudes que invaden la soledad.

¿Piensa acaso en la amiga que se fue;
en el príncipe de la carroza dorada?

Puede que resignada vea que más que las arrugas de la piel,
duele la traición del paso del tiempo
en el alma...

Pobrecita reina de Saba
el hielo en su gin tonic se consume
como el amor,
ya no habrá primera vez en la vida
porque si todo fue mentira
en un jardín de plástico
ella ha sido la más bella flor.

Esa princesa
que viste en la sonrisa
vidrios repletos de callada ansiedad,
es la misma mujer valiente
que trabaja cada día
para ver si por suerte
termine la pesadilla
de nunca ser libre
transitando por los edificios grises
de la ciudad.

La princesa está triste.
¿Qué tendrá la princesa?


domingo, 8 de noviembre de 2015

Chiquitín


A mi gato.

Es un chiquitín aunque crezca.
Si lo dejo solo
gasta una de sus siete vidas,
es un gato con bigotes de poeta,
tan negro su pelo
que en la silueta de la noche y la luna,

él brilla.

En cada siesta calma el dolor del tiempo
(se porta muy bien mi compañero)
sus patas van tropiezando cada mañana al despertar
mientras espera maullando
que le prepare un tarrito de pienso.

Maúlla entre los cables de las antenas
la canción sin cuna ni corona,
porque él es a la vez príncipe callejero
artista seductor que camina
lleno de luz por entre las sombras.

Ojos amarillos;
misterios se encierran
en un pequeño frasco,
pantera que duermes tranquilo,
que nadie te sobresalte
si eres el guardián de tantas almas en pena
entre las nubes del extrarradio.


En las escaleras de filología


Tienes miedo de que el tiempo pase
sin advertir que antes de que tus labios
se vuelvan carbón
han sido los más bellos tributos
al jardín edénico de mi vana esperanza.

Sherezade,
te conozco y no,
pero cómo quisiera
por este segundo que es la vida
bautizarte con versos
y esculpir tu bello rostro
en tacto y silencio
(...)

Presumida y sensata,
cual rayo que se mira en el espejo,
ya intuirás que tal vez tus ojos
solo sean
dos estrellas huérfanas de justicia
que colisionaron hace años
en mi pecho.

Sherezade, mujer imposible,
porque me voy
aunque nunca hayas estado,
vas ocultando una sombra en tu mejilla
y el llanto de un recién nacido
avisa del tren que tras el horizonte
las oportunidades que fueron
solo llegar a pasar.

Sherezade,
no sé si la inseguridad que vive en ti
alza mi pena,
no sé si mi dolor puede ser tu valentía,
vuela la vida como una cometa,
y de la mano de otros pasearás la luz
que te fui guardando tantos días.

Creo recordar
que cuando te cruzaste con tu pesar y bendición
un día conmigo por las escaleras de filología
llegué a creer en los ángeles
aunque reconozco que más que amarlos,
los temo,
así que dejaré ir el torbellino de pureza
para hipnotizar
letras de un poema
como el que leía
una joven cuentacuentos como tú:

Sherezade.


Las ciudades perdidas


No hago más que pensar en las ciudades perdidas
de tu cuerpo,
en los laberintos que la ausencia bautizó
tras la calma de tantos siglos,

no hago más que pensar en ti.

Pensar en los jardines de tu Delta,
en cada fuente seca de la luna,
allí donde las murallas no ven más allá
y nos advierten que Adán
tuvo una muerte más dulce.

No hago más que pensar en ti,
rascacielos en tus uñas,
mares como cabellos efímeros,
vientre de lava
donde se ahoga el mar.

Y no sé por qué dependo
de un olvido o un te quiero,
te pienso allende horizontes no pisados
para otear con ojos de vidrio
el terremoto que bajo tus senos
él
siembra
cada anochecer.

Pienso en un destello de silencio,
y zas, ya eres mía,
vestida de la otra, de la que soñé como tú;
un trasiego de neones a lo lejos palpitan
y ni Atacama ni el Sahara
te vestirán de añil.
Y sabes...
no hago más que pensar,
no hago más que pensar
en ti.