A má, Mª Dolores
Y hubo un valle, allende los mares,
cuando el dolor es nada más que rutina,
y lágrimas de nubes plañen
tu ausencia rebosante aún de vida.
Cuando el espíritu se resiente,
del pecado de presentir el destino,
dime quién presagia la desesperanza latente,
al anhelo que hace vengarse del nicho.
Y un hueco en tu almohada amarilla,
los niños se amordazaban en la oscuridad,
con la amargura de las despedidas.
Pero en un crucifijo, con el alma y la memoria,
esas mismas nubes abrirán el cielo de tu amor,
si un suspiro quedo, dio paso a tu eterna Gloria.
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