Pienso en ti,
entre la escarcha pesada de esta noche,
y tus pechos que son herraduras de sangre
al vaivén
de la hojarasca otoñal.
Pienso en ti,
mas el dolor y la paz
de esta cita que te nombra
abre vino en la despensa de mis horas
cuando los perros de la madrugada
son ángeles de la guarda
del Lucifer de tu recuerdo.
Pienso en ti.
¿ Te lo dije?
(...)
Pienso en el amor que se escinde
como mis manos por todo lo perdido,
tan cautivo de un mundo imposible contigo,
que la noche y el frío no disipan
la gloria de este fracaso.
Pienso en ti,
como una hoja desvanecida
en noviembre,
fugaz en la conciencia
circular de ser o no ser.
Pienso en tu forma de amar
con mil siluetas de óxido y polen.
Pienso, por ejemplo,
en la caverna,
el rocío de una mañana que nunca llegará,
pienso, extraño de mí...
te pienso,
tan pronto como sé que debo olvidar.