jueves, 1 de diciembre de 2016

Desde este café de Tirana


En Tirana desde este Café,
son las 5 de la mañana,
refresco de piña
y un millón de recuerdos
agolpándose por mi frente.

Alrededor de este Café de Tirana,
los sueños que quedan en el aire
me hablan con la voz
de la luna que perdí
y se la juraron ayer los amantes,
los que hoy destartalados por el fracaso
solo quieren dormir más
y soñar menos.

Yo sigo un ideal
para contemplar sorbo a sorbo
aquellos cruces de navajas.

Desde este Café de Albania,
hombres de chaqueta negra
que vuelven de las putas,
sí, esas que condecoran
con su menstruación
el rojo de la antigua bandera stalinista,
encienden un cigarrillo,
lo tiran al suelo
mientras otros hombres barren.
Me miran con la curiosidad del forastero
de jersey amarillo.

Pelo enmarañado.
Barba de náufrago sin ti.

Me observan
los vigilantes de la madrugada,
y algunos ojos acechan esta gran mochila
llena de ropa sucia y polvo de galaxias
que reclaman su trozo de eterno suspiro.

La minúscula televisión frente a mí
retransmite un noticiario como de la BBC
pero a la albanesa,
llegaron hasta aquí los yanquis,
y llegué yo,
sin Coca Cola en este frigorífico,
cantan versículos del Corán
las venas de Europa
de un lugar tan de ningún sitio,
tan de nadie,
que a la UE se le olvidó
poner nombre
a los desheredados.

El hombre que atiende, menudo,
tiene gafas y barba,
viste chaleco,
lava vasos de cerveza, limpia ceniza,
y un gran ventilador apagado
adorna como un muerto
el pasillo de este Café
con olor a fregona de agua negra;
grito herido que quiere renacer
tras los tintes rosados del cielo
...pero no sabe si podrá.

Aquí
donde escribo
tan sólo y tan yo
en la víspera de noviembre
a las 5'30h en Tirana.

Albania.

Nunca fue tu mejor momento
pero me encantas.

Me recuerdas a ella.


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