viernes, 10 de abril de 2015

Mariposa clandestina


A menudo pienso que tengo una mariposa clandestina en mi cabeza, algo así como lunares de sal en un mar dulce, como las anginas de la voz del viento.

Tú no te fías, porque son tantos los puñales recibidos como mordisquitos adolescentes debajo de la oreja, y tus latidos ya no expulsan sangre sino ya, más bien vendavales de polvo gris donde se ve detrás a la niña inocente en el asesinato perfecto.

Hay momentos en los que la luna es tan verde como los ojos que duermen cuando no puedo dormir, recostados junto a clandestinas mariposas de la mente que gimen en jaulas de libertad como penitencia por haber creído que todo se puede.

La lluvia baña el cuerpo del delito, al final la marea lo borrará todo, pero antes hay que recorrer urgentemente tantos caminos ya andados que aunque otros hicieron para nada, debemos creer que en nosotros la historia es distinta…

Si solo tomas el cuerpo guardaré mis botas, tal vez me ayuden a saltar hasta la nube que nos prometió la infancia y nunca tuvimos entre los labios.
Labios embadurnados de moras negras y arbustos con pinchos, tú te quitaba la ropa de flores junto a una bicicleta, y a partir de entonces, hacemos todos los días el amor con ese recuerdo.

A menudo pienso que tengo una mariposa clandestina en mi cabeza, algo así como lunares de sal en un mar dulce, como las anginas de la voz del viento.


Dicen que lo malo de tener el corazón roto es que vas repartiendo los pedazos.


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