miércoles, 21 de enero de 2015

miércoles, 14 de enero de 2015

Hay un país llamado Desamor.


Quisiera
que se abriese el sol
en sus labios cada noche,
para entender que amanece…

en un país llamado Soledad.


Y por las avenidas,
el animal que encarna nuestra alma
aúlla tras abrazos sin respuesta.

Si es que existe un país llamado Isla,
será que se esconden las balas
a través del grito oscuro
de quien desdibujó la luz,
mujeres maltratadas
y arrebatos de crímenes inocentes
que fueron bautizados tras la negra marea
de la batalla en la calle.

Hay un país llamado Desamor,
aunque la gente dice que eso fue invento
de una hechicera;
país de muertos,
país de guerras
y madres que recogen 
de algunos francotiradores de nubes opacas
la rabia encañonada por sus cinturas.

Creo que en lo que llevamos de poema
hay doscientos catorce muertos
sin derecho de admisión
en este momento.

Hay un país llamado Hambre
en el que no se permite
la devolución del pasaporte
y mendigar clemencia
es el títere favorito del Ministro.

Hay un país llamado Usura,
flor de quimera donde los ciudadanos son súbditos;

militares que teclean la ley con pasamontañas
y niños trabajando entre el barro,
barro más limpio que el que maldices
debajo de tu coche tras un mal día.

Hay un país llamado Cansancio
donde sus habitantes
trepan por escaleras al cielo,
cortinas de humo y suicidio
que se masturba soñando con tus dedos,
hay un país de marginados
a los se les llaman violentos,
porque al arrojar tu intolerancia,
ellos no saben cómo se podrán defender.

Pero aun así, si lo piensas, el único país que hay
en realidad,
no existe.

lunes, 12 de enero de 2015

Tus dedos y los míos (canción)


En la soledad de la noche,
los recuerdos brillan como tu pelo,
cuántas madrugadas me desvelo,
intentando que no muera
esta primavera de noviembre,
y los Andes insolentes me dan la espalda a ti.

No dudes que yo vuelvo
cuando la tierra y el cielo
se confundan con tus dedos y los míos
al partir...


La ciudad y los poemas a los que escupieron


La ciudad se desmorona en la felicidad caduca,
en esta guerra tácita del hambre por sueños.
Y paro en la nevera.

Arderán las calles en el rojo ceniciento tras tus miradas
que por llorar, puede que ni sepan.

Una niña se tatua el cielo
que nunca podrá rebañar con los pulgares minúsculos.
Y él se emborrachará de celestes complejos,
de miedos por creer que no será el mejor que la ame.

La ciudad se infesta de imposibles,
vecinas, húmedad y poetas de taberna.
Si se olvidasen por un momento de la triste poesía de los barrios
del trueque de lo que creemos que valemos
te cambiaría yo la libertad
por un beso, y ese, otro tanto por la cárcel de amar.

Una camarera se baja el sujetador para amamantar
la roca pesada de la tierra que gira
y gira.

Y la explicación más dolorosa del mundo
es recorrer la sombra del tiempo
sin más compañía que uno mismo,
la ciudad emerge cada día a las 8 de la mañana,
para morir en tus labios, rubia
(cuando tú gustes)

No te creas nada de la realidad,
porque a nadie preguntaste donde vive
la muerte en las olas de la marea.

La ciudad y sus habitantes heridos,
y sus usadas cremalleras de los fetiches
que no dan respuestas al chico que ama
lo que otro chico escupe en el amor de los poemas
del resignado.

La ciudad resucita en el almanaque de los taxistas
y panaderos.
La ciudad vierte la cólera somnolienta
de carteros que te amaron,
de exploradores que se cansaron de mirarte
porque no hay nada tras de ti,

Y en la mirada…la ciudad.

domingo, 11 de enero de 2015

Orillas del tiempo.


Como el viejo
que resignado muere
mirando impasible
los brazos que piden razón.

Como esa comparación odiosa
que siempre hice de tus ojos
mirando el mar,
desde mi habitación.

Como los trozos de metal mudo,
que laten dentro, en mi interior,
así puede llegar a entender a quién
habla por hablar,
a quién vive sin opción.

Como un trotamundos
que te encontró y empezó a soñar,
tendré ahora que aprender
que las utopías se deben olvidar.

Que una mirada dice
mucho más de lo que crees,
que un día en el exilio me bastó,
para recostar todo el dolor, toda la fe,
que ni hoy es ahora ni esto será aquí,
son las orillas del tiempo,
quienes me alejarán de ti

Como el pensamiento,
que le motiva el fugaz momento,
mas llora por la conciencia y el abismo,
como el marinero
que surcó los bordes de tus pupilas
echando redes al océano del vacío.

Como la marejada de corazones rotos
que me dejaron, o dejé pasar,
como la tormenta de palos
que ambos, tan ciegos y tan solos,
no pudimos evitar.

Como el relámpago de polvo,
que dispara hoy mi inspiración,
eres y serás la palabra prohibida,
esa que refleje la huida
aullando libertad.
Pues allá, en la playa de mi memoria,
las Orillas del Tiempo no nos quisieron
perdonar.

En la calle


Y es que confundí la locura
con lo honesto de estar vivo,
pues chocar contra el cansancio
es estruendo de que todos hablen de mí
contando tan poco conmigo.

Que las puertas cerradas
no ocultan el llanto de una guitarra,
para trepar yo por el sueño
de que me sueñe algún día
una bella mujer en el filo cortante de la calle;
y convencerla que los Refugiados
de los que me habla y los de su corazón
pueden ser igual a los míos.

Qué decir más?...
que comparto sus mismos miedos
aunque quizá nunca cambiemos
el rumbo de este injusto temporal.
Tras el gran acoso
de cargar con el delito de los que acosan

Y que me llamen loco
por solo sentir así.


Juego cruel


Que no es lo mismo
ser el actor de un juego cruel
que mirar desde un poema el abismo,
que todos me creen sin tener fe,
pero no gusta tanto
el látigo negro que me encarna.

Empiezo a creer que de la juventud
a la edad adulta
hay tantos culpables
que yo solo; solamente llego a ser víctima,
abandono tras el aplauso fácil;
mérito que todos alaban
y que todos le ponen la zancadilla.

En resumen,
que el amor no existe -me digo-,
mañana volveré a ser
como hoy,
personaje de clown
fiel seguidor de los que siguen la norma,
no vaya a ser que ella sobrevuele
hurgando en la arena
el precipicio que me mata.

Ese que llama a tu nombre secreto
en cada verso.


Si...


Si te vas, 
recuerda que te persiguen
el cordón de latas
que arrastran en las bodas
el funeral de nuestra despedida.

Si te vas
que sepas que ningún amor
encontrarás como yo,
y tú buscándome en la basura 
entre tantos amores...

Si te vas;
no sepas que me duele tu fin
como la muerte,
y el horizonte cerrado
ruge en las tripas hambrientas
de lo que pudo ser.

Si te vas,
no adornes noches hirviendo
en una llamada
porque ya estaré donde
la primera vez que te vi
al grito seco
de otro labio ausente. 

Ángeles y serpientes


Hice llorar a los ángeles,
los ángeles de tus ojos como aceitunas,
que el dolor del mundo  no esconda
el himno de tu piel de serpiente,
el aullido manso de nuestra respiración al dormir.

Fatiga de sentir el latido de no ser,
y en cerveza se encienden los sueños
que la vida nunca soñará en nosotros,
cuando yo entretengo al pasado
en cualquier portal nocturno, 
junto a la puerta de tu corazón
mientras esperabas tal vez mi llamada.