lunes, 6 de enero de 2014

Rosas blancas


Tan cobardes somos
(como el silencio este de tu oficina)

Detrás queda nuestro tiempo leve…del cual alguien nos desahució.

Un día te dieron a elegir entre un lado u otro de la rebeldía pero,
vaya, en el centro de mi pecho no viste que guardo tu corazón.

Nuestra vida la escriben los miedos de los otros,
sin saber que tus pupilas son dos exiliadas de esta esclavitud permitida,
y yo, solo puedo amarte como derramar por tu vientre
mil maldiciones para que reverdezcan al alba cada una de tus mejillas.

Somos cómplices del olvido, del genocidio de aquel que nunca
encontrará la paz en tus pies muertos de ausencias,
somos tránsfugas de las putas que se me enamoran y los imbéciles con Audi,
que en la barra de cualquier bar te maquillarán de oro la nada.

Pero… discúlpame señorita, nadie  habló del amor que regalo pero con hipoteca,
cuando yo solo sé suspirar los bronquios helados de tu rapto,
para que solo me aireé un guiño tuyo y encontrar cual rebelión,
la guadaña en la selva que rescate a Tarzán.

Tan cobarde fuimos que no queda más que sortilegio de lunares
y mentiras necesarias (dicen) al tener vigilada a la noche,
noche de tus ojos como mapamundi de los mendigos, que si fuese yo,

los harían dos rosas blancas como tú y el sueño, marchitadas y sucias por estos tiempos que nos tocó vivir.