miércoles, 20 de marzo de 2013

Nadal ganó otro torneo mientras murió Abelardo sin poder dar pan a su octavo hijo.



Por el televisor, eclipse de luz;
rosas muertas en mi boca.

Y nos enseñan a comprar la primavera,
apuntándonos a la cabeza mil hombres de maletín y vestidos de negro,
que bajo el grito ahogado del deber, 
nos arrojan danzando locos en la hoguera.

Y yo, huyo del bar donde  nunca te conoceré,
allí, las camareras besan con el filo de navaja
de lo perdido,
cuando un niño se pudre, muriendo con él,
el secreto más puro de amor…
de  las nubes de la noche
que sabrán que nadie  las iluminará cuando salga el sol
pero dile tú, dile, cuánto la he querido…

Nunca serán juzgados los culpables de mi dolor,
ni la banca, ni el poder serán conscientes
de nuestra cárcel, de nuestra ceguera,
de trepamos como fuegos y delitos,
y no ser valientes al ver que se  hace tarde
cuando nos separan mil montañas y mares de traición
tras el viento seco de mi piel en tu ombligo.

España es un país criado por un ave tóxica que busca la paz entre sus hijos:
cadáveres sin memoria.

Y somos pequeñas estrellas
que se apagan,
en la miseria de un trabajo que no existe,
en el exilio de tu casa robada,
y tal vez nos miremos de reojo
por quien dispara el primero,
y tal vez yo tan solo espere la dignidad y la lucha
que me consuela saber que detrás de mi poesía
está la paz que envuelve la razón de porqué aun creemos.


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