jueves, 4 de agosto de 2011

Sin pasaporte


Yo no tenía pasaporte
cuando entré a la ciudad prohibida
ni me enseñó ninguna mujer
como se abren los muros
de tantos callejones sin salida.

Yo no tenía nombre
entre las palabras mudas;
cuando quise tocar una guitarra
la voz de mi alma
se hizo canción de cuna.

Yo no era dueño del sol cuando amanecía,
pero resultó que me estaba dado por sentencia
al eterno desamparo.
Una mujer que iba y venia
al verme desfallecer
se giró diciendo ¿no estarás ya cansado?

Yo no era más que torpe
hasta que la torpeza se convirtió en un estilo,
yo no tenía más que unas botas rotas
y lluvia en la cabeza,
pero cada día me levantaba
con el entusiasmo
de hacer mil veces el mismo camino.

Pero amigo, ahora tengo el viaje
lleno de lágrimas por la alegría de recordar,
no descansa mi sueño de hacer feliz
a quien me quiera,
aunque mientras, seguiré enamorado
de los versos en los que te hablo
de amores perdidos en las faldas de una dama
que el mundo hizo una cualquiera.